Decidí llevarme el auto de Nate a mi casa antes de dirigirme a la
de Zachary. Le aseguré que iría, pero que tenía cosas que hacer primero.
Cambiarme de ropa podía ser una de ellas. No sabía cuánto duraría nuestra
conversación, pero supuse que había alguna cena involucrada, una que prefería
afrontar con ropa que no hubiese estado en contacto con la nieve y la arena
húmeda. Él simplemente me dejó frente al automóvil, perdiéndose entre la suave
nevada que comenzaba a manchar las calles del pueblo con las manos en sus
bolsillos.
Sus palabras aún se entremezclaban en mi mente, chocándose,
confundiéndose, reduciendo mi concentración a un porcentaje que sólo me
permitía moverme mecánicamente.
Él quería seguir siendo Zachary Reed para mí, pero no entendía el
por qué. Sabía que no podría comenzar a tratarlo como otra persona de un
momento para el otro, pero no era algo que alguno de los dos deseara. Él
parecía a salvo bajo el anonimato de un nombre que no existía. Y yo me sentía
con una seguridad tan ligera como falsa al engañarme pensando que conocía a la
persona con la que hablaba. No estaba segura qué era lo que podía creer de él,
qué podía esperar cuando nunca estaba segura si quien hablaba era Zachary o
Evan.
«La
persona que tú conociste es Zachary Reed, y me gustaría que siguiera siendo así».
¿Había forma, acaso, de mantenerme fiel a
su pedido cuando sabía la verdad?
Aunque tenía frío y sentía todo mi cuerpo
tentado a ceder al calor de una buena ducha, decidí secarme el cabello y
limitarme a preparar un poco de café mientras me quitaba la ropa y buscaba algo
limpio para ponerme. Calzándome unos texanos y un suéter grueso sobre una
camisa me senté en la mesa de la cocina, bebiéndome el café de a pequeños
sorbos e intentando tomarme unos minutos para estar a solas con mis
pensamientos.
Zachary Reed era Evan Hayhurst. Él había
huido. Se encontraba en Loch Arbour porque lo querían muerto… ¿Cómo era que
algo así podía ser siquiera posible? ¿Cómo había podido engañar a un país,
diciendo que simplemente lo habían asesinado en su apartamento? ¿Acaso todo su
acto de tipo malo no era más que una pantomima que había tenido que poner en
marcha para que su muerte fuese algo creíble?
Todas las preguntas se atascaban en mi
mente, una detrás de la otra, sin conseguir una respuesta que les permitiera
esfumarse. Sin embargo, entre todos los interrogantes, había uno que no dejaba
suficiente lugar a los demás: ¿Quién demonios era la persona que había creído
ir conociendo poco a poco, y cuánto de lo que sabía era real?
Suspiré, notando cómo mi pulso se había
acelerado y cómo, de un momento para el otro, la cocina de mi casa parecía
demasiado pequeña, demasiado calefaccionada y oscura. Dejando la taza a un
lado, consideré por un momento la posibilidad de huir de lo que debía
enfrentar. Podía correr, irme hacia la playa, hacia el parque… hacia algún
sitio donde pudiera respirar.
Cogiendo mi bolso y un abrigo impermeable,
caminé rápidamente hacia la puerta, sintiendo la urgencia y esa desconocida
adrenalina de un momento de tensión, de tomar decisiones que se salían de lo
convencional. Cualquier idea, sin embargo, quedó en blanco cuando divisé el
Ford Mondeo negro estacionado en la puerta de mi casa, junto al coche de Nate. Zachary
estaba apoyado sobre el capó, aparentemente sin interés alguno por la intensa lluvia
que se había encargado de empaparlo por completo. Observándolo, con los brazos
cruzados sobre el pecho y una película de agua separándolo de mí, parecía una visión,
una idea lejana de mi imaginación. En algún momento, la posibilidad había
cruzado mi mente. Era un ser demasiado perfecto y macabro como para formar
parte de la monótona realidad de aquel pueblo.
Sin embargo, allí estaba, tan impasible
como el primer día.
Por un momento, me quedé congelada en la
puerta de mi casa, simplemente perdiéndome en la escena frente a mí. Había
estado a punto de escapar de lo que teníamos para discutir. Había estado a
punto de huir de lo que había buscado tanto tiempo porque no sabía exactamente
cómo debía enfrentarlo. Desafiar a Zachary parecía mucho más fácil que
conversar seriamente con él. De alguna forma, temía enterarme de cosas que,
quizás, no deseaba saber. No estaba segura de querer ser uno de esos cómplices a
los que tanto le gustaba a él hacer referencia. Incluso cuando posiblemente ya
estaba más involucrada de cualquiera hubiese debido, más aún de lo que hubiese
podido querer de haber sido un poco menos… yo,
no podía evitar vacilar. Todo parecía intrigante y emocionante hasta el momento
de la verdad.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté, en un tono mucho menos seguro de
lo que esperaba. La lluvia pronto comenzó a hacer su trabajo de mojar todas las
partes de mi cuerpo que el impermeable dejaba al descubierto.
—Está lloviendo, y es bastante seguro que pronto comience a nevar
de nuevo. No creo que el auto de tu novio sea lo más discreto para ir hasta mi
casa —comentó con sencillez e, incluso cuando su rostro no era claro con los
metros que nos separaban, pude imaginar la sonrisa ladina trepando por sus
labios.
Como si una fuerza ajena a nosotros hubiese querido reconfirmar
sus palabras, el viento sopló y aulló con fuerza sobre nuestras cabezas. Mi
cuerpo se agitó con un suave escalofrío, aunque no estaba segura cuál era el
verdadero causante de la reacción.
—¿Cómo sabes que es el auto de Nate? —solté, sin nada más
inteligente que decir. Mis pasos resonaban en el pavimento mientras me acercaba
a él. Hacía un frío de muerte, y estaba segura que aquella tormenta mantendría
a todo el mundo bajo techo. Incluso en condiciones normales, no era un horario
demasiado recreativo en Loch Arbour.
Él me abrió la puerta del acompañante. Estando entonces lo
suficientemente cerca, conseguí ver esa expresión de lado que hizo que un
escalofrío recorriera mi columna vertebral. Había algo con un tinte tan ambiguo
en su rostro todo el tiempo, que realmente me costaba pensar en cuánto era lo
que conocía sobre él y cuánto lo que había intentado creer que conocía.
—Sé más cosas sobre este lugar de lo que tú crees.
Fue un viaje totalmente silencioso, a excepción del persistente
golpeteo de la lluvia, que no parecía con intenciones de detenerse. Aunque su
presencia era como una brasa incandescente, haciendo imposible olvidarme que
estaba justo a mi lado, no podía evitar perderme en las cavilaciones con
anticipación que no me llevaban a ningún sitio. Había tanto que deseaba
preguntar, tantas cosas cuya respuesta no sabía si sería sincera o si,
simplemente, llegaría cubierta de otra evasiva elegante para contentarme.
Aquella noche parecía diferente, incluso cuando había comenzado como la mayor
parte de las anteriores. Por un momento, Zachary había quedado bajo el
condicionamiento de lo que yo sabía. Con lo atípico de la situación, sabía que
tenía que aprovechar lo poco que sabía para presionarlo. Los pensamientos
dentro de mi cabeza seguían aquella línea, que parecía sencilla.
Claro, con Zachary, el gran trecho del dicho al hecho se volvía
cien veces más grande.
Llegamos a la casa, que parecía mucho más intimidante con la
lluvia y la suave bruma que cubría los alrededores. Zachary se bajó del auto
con agilidad y lo imité, intentando conservar la poca calma de la que podía
jactarme en un momento como aquel. El corazón me latía con fuerza y estaba
segura que mi respiración se había vuelto laboriosa, como si hubiese corrido
todo el camino hasta allí. No era sólo el efecto que él tenía en mí, sino la
forma en las que ponía las situaciones para que yo llegara a ellas con un
horrible desgaste mental.
Si todo aquello era un juego para él, como Scott había dicho tan
francamente, parecía ser un estratega de primera. En ningún momento me había
permitido dudar de su capacidad como jugador. Incluso en aquel momento, cuando
parecía haberlo acorralado de algún modo, él seguía manteniendo la calma.
Zachary abrió la puerta y me permitió el paso, observándome con
esa despreciable suspicacia ante la lentitud de mis pasos. Realmente no me
importaba seguir empapándome, y él tampoco parecía muy preocupado por sus ropas
mojadas, por lo que avancé con cautela. La casa estaba en un silencio y una
oscuridad que se me antojaban perturbadoras. Sólo podía verse la lejana luz de
la cocina, y no tomó mucho hasta que Scott saliera de allí, rompiendo por un
momento la frágil atmósfera. Claro, sabía que su presencia no era exactamente
un regalo, incluso cuando me hacía sentir más tranquila que estar completamente
a solas con Zachary.
—Así que la trajiste —musitó el rubio.
—Creo que ambos sabemos que tu opinión realmente no me interesa,
¿cierto?
Pude vislumbrar una chispa de furia en los ojos claros de Scott.
—Oh, no, yo soy el idiota que sigue pensando que puede haber algo
de sentido común en tu cabeza.
—No lo discuto —aceptó Zachary—. Especialmente lo de idiota.
Scott se pasó una mano por los cabellos, y parecía estar
conteniendo sus deseos de golpear a su superior.
Aún no entendía muy bien cuál era el papel que el rubio desempeñaba allí,
pero tenía la impresión que tampoco había mucho que supiese sobre el lugar y
sus habitantes. Mientras pensaba en ello, una pregunta se deslizó por mis
labios sin autorización:
—¿Cómo es que conseguiste esta casa?
Zachary me dio una distraída mirada por sobre su hombro mientras
se encargaba de encender las luces. Aunque ambos estábamos empapando los
suelos, él no parecía muy preocupado al respecto. Me dispuse a quedarme en mi
sitio también. Él se quitó el abrigo con tranquilidad, apoyándolo en uno de los
sofás individuales.
—Mi familia tiene algunas propiedades, y esta casa es una de ellas
—explicó. A pesar de lo pretencioso de la frase, no había en ella más que
cierta ironía—. De todas, era la más conveniente.
Fruncí el ceño, desprendiéndome también de mis guantes, mi bufanda
y mi impermeable. Siguiendo sus movimientos, apoyé las cosas sobre las de él y
lo seguí por la sala hasta que ambos acabamos sentados en el sofá de tres
cuerpos, separados por una distancia considerable.
—¿No es eso… peligroso? —inquirí—. Quiero decir, en tú… situación,
con la sede en Nueva York…
Él se apoyó contra el rincón, estirando su brazo sobre el
respaldo. Había cierta expresión en su rostro que se contradecía
permanentemente. No parecía muy feliz de hablar del tema, pero daba la
impresión que le causaba cierta satisfacción poseer la información y ser capaz
de controlar cuánto soltaba.
—Ya sabes, dicen que generalmente no vemos lo que está justo
frente a nuestras narices —respondió, condescendiente—. Además, salir del país en
el momento del escándalo hubiese sido una decisión poco inteligente. Esta casa
no está a nombre de mi familia, así que no hay riesgo de que alguien sospeche que
estoy aquí. No por eso, por lo menos.
—Vale, yo no seguiré escuchando esto —interrumpió Scott, con un
bufido—. Tengo que irme. Estaré aquí mañana a primera hora. —Hizo una pausa,
con una mirada resuelta—. Y, por favor, si dejaras de ser un jodido cabrón nos
harías un favor a todos.
El rubio se dio media vuelta, cogiendo un pequeño bolso de cuero
que había estado todo aquel tiempo junto a la entrada. Se deslizó fuera de la
sala, y poco tiempo después escuchamos el golpe de la puerta delantera al
cerrarse. Fue aquel golpe que me hizo salir de la impresión bajo la que me
habían dejado las palabras de Scott.
—¿Él es tu empleado? —pregunté con suspicacia.
Hubo una sonrisa nueva en su rostro; algo que me decía que, a
pesar de no soportarlo, Zachary disfrutaba que tuviera que estar allí con él, respetando
con reticencia todas sus idas y vueltas permanentes. Lo que no entendía era cómo ellos dos habían terminado allí,
bajo el mismo techo.
Mi mente pronto dejó el tema de lado. Zachary no parecía muy
empeñado en soltar más información, para variar, y yo realmente no estaba
interesada en las propiedades de su familia o los habitantes de ella. Teniendo
aquel valioso tiempo con él, con la posibilidad de preguntar lo que quisiera,
no estaba dispuesta a malgastarlo. Aunque las preguntas dentro de mi cabeza
parecían golpearse las unas a las otras, intentando obtener prioridad en
nuestra conversación, decidí que las dejaría guiarse por el curso que tomaban
las cosas. En aquel instante, el recuerdo de nuestro encuentro fuera de mi casa
llegó a mi cabeza como algo automático. No reprimí mis labios cuando se
abrieron por voluntad propia.
—¿Cómo es que sabes tanto sobre lo que sucede en Loch Arbour? —pregunté—.
¿Cómo es posible que nunca nadie te viera?
Él estiró su cuerpo un poco más, como si estar allí fuese
realmente tranquilizador. Había algo en su postura que parecía una total
antítesis de cómo me sentía. Mientras yo me removía y frotaba mis manos
ocasionalmente, enredadas con torpeza en mi regazo, él era una oda a la
despreocupación. Me tranquilizaba a mí misma con la idea de que no era más que
otra de sus fachadas. Zachary Reed era un personaje que él había aprendido a
jugar demasiado bien.
—Siempre había gente alrededor —Su tono seguía con aquella
cadencia que podría haber servido para hablar de unas agradables vacaciones a
futuro o el hermoso tapiz sobre la pared opuesta—. Dentro del pueblo, fuera del
pueblo… Ellos me lo decían todo. Sólo tenía que pedirlo.
Fruncí el ceño. Aquello no podía ser verdad… ¿cierto? Había
crecido en aquel lugar, donde los pequeños cambios siempre eran notados.
Incluso cuando él mismo se había ocultado, todo el mundo sabía que estaba allí —creyendo que no era más que un viejo
solitario y cascarrabias, claro—. Me resultaba imposible creer que había gente en
Loch Arbour de la que jamás había reparado.
—¿Por qué nunca los noté, y sin embargo a ti si?
—Porque ellos no querían ser notados.
Su voz seguía impregnada de una simpleza que me resultaba
inquietante. Él parecía tomarse aquello con tanta naturalidad que sentía que
era yo quien estaba exagerando las cosas. Permanentemente tenía convencerme de
que no era así. Estaba bien sentir curiosidad por él, y una historia que no
parecía tener pies ni cabeza.
—¿Y tú sí?
Él sonrió. Su calma me hacía hervir la sangre.
—No estoy acostumbrado a ser dejado al margen de las cosas, Jolene.
No, ciertamente. Me costaba creer que él pudiera simplemente pasar de lo que lo rodeaba. Su actitud
despreocupada y casual era una cosa, pero algo muy diferente era que a él verdaderamente no le importara. Estaba
confundida en relación a su actitud. Estaba confundida en relación a todos los
meses que había pasado observándolo y cuando, en realidad, no estaba viendo más
que una mentira.
Él se puso de pie, sorprendiéndome con una habilidad para moverse
con sigilo. Con pasos tranquilos, se dirigió hasta la puerta de la sala. Cuando
se encontraba en el arco que conectaba con el pasillo, atiné a interrumpir el
mutismo. Tenía la sensación de haber estado demasiado tiempo en el desierto,
cansada y confundida por el sofocón. Aquella noche era el agua que había estado
buscando durante tantos días, intentando tomarla con calma pero sabiendo que,
tarde o temprano, se escurriría por mis dedos y acabaría por disolverse.
—¿A dónde vas?
—A preparar la cena —expuso, con esa desdeñosa simpleza—. Supongo
que no te molestará que comamos mientras seguimos hablando, ¿cierto?
La pregunta nada tenía de cordial, ni mucho menos de opcional.
Como siempre, bajo su tono y la expresión meliflua había una orden resuelta. Me
puse de pie, sintiendo que la tensión y la incertidumbre renegaban con mis
movimientos.
Él se tomó su tiempo para proceder con una receta basada en
congelados que extrajo del refrigerador, remangándose la camisa y actuando como
si hiciera aquello todo el tiempo. Aunque me costaba visualizarlo detrás de la
mesada y maniobrando con una sartén, parecía saber lo que hacía. No inició
conversación mientras cocinaba, y yo me quedé allí, absorbiendo los pequeños
detalles de una posición que no parecía alojar nunca. Él era el heredero de una
de las compañías más importantes del país. El estoicismo que destilaba no había
sido producto de mi imaginación, después de todo. Dejando de lado la generosa
genética que le había tocado en suerte, su posición intimidante y su
comportamiento perfecto no eran meras casualidades. Él estaba acostumbrado a
ello. Él posiblemente había sido así desde que podía recordarlo…
—¿Tienes hermanos? —pregunté de la nada.
Él me echó una mirada por sobre su hombro, como si no pudiera
creer que realmente estaba preguntando tales sandeces. Yo también estaba un
poco confundida por la línea que estaban tomando mis pensamientos, pero parecía
no tener una buena forma de controlarlos. Era demasiada información para poder
manejarla apropiadamente.
—No —dijo secamente—. Tú tienes uno solo, ¿verdad?
No lo preguntó con auténtica curiosidad, sino más bien para probar
un punto. Era claro que él sabía sobre mí mucho más de lo que me dejaría saber
sobre él, incluso aunque nuestro juego de preguntas y respuestas durara una
vida. Inmediatamente asumí que no tenía que decirle que John trabajaba para él.
Naturalmente, Zachary ya lo sabía.
—¿Sabías que era mi hermano? —pregunté—. Quiero decir, antes de
conocerme.
Él asintió vagamente, pasando un salteado de verduras y carne a
unos platos. Aunque no lucía muy elaborado, el aroma llenaba la cocina como una
invitación. Nuevamente, no respondió de inmediato. Dejó los platos sobre la
isla de la cocina, invitándome a sentarme al depositar una ración de comida
cerca de donde me encontraba de pie. Cogió una botella de vino de un pequeño
mueble de madera y lo depositó junto con dos copas. Me senté, sin saber muy
bien cómo proceder y aún a la espera de una respuesta.
—Tu hermano
siempre hablaba de ti y de su familia en Loch Arbour —explicó
pausadamente—. Es difícil
apartar los oídos dentro de una oficina, incluso con tanta gente y con la
personalidad... especial de tu hermano.
Me generaste un poco de curiosidad, si he de ser honesto.
Fruncí el ceño. Mi hermano me había dicho que el hijo del jefe era
un tío bastante antisocial y que rara vez estaba en la oficina. Recordaba que
Jonathan lo había descripto como una persona peligrosa —algo que le iba muy
bien—, pero también como alguien que no parecía muy interesado en los asuntos
de la empresa.
—Tenías gente que te contaba las cosas —dije. Aunque era una
pregunta, no sonó como tal—. Como aquí.
Él asintió, escondiendo algún tipo de sonrisa audaz detrás de su
copa de vino.
—¿Por qué te generé curiosidad?
—Eras la única persona de aquí que conocía, y podía ser interesante poner a prueba el destino —respondió—.
Honestamente, las probabilidades de que descubrieras quién era eran pocas. Pero
parecías el tipo de persona que podía hacerlo.
—¿Por qué? —pregunté
en un susurro, sin poder comprender su razonamiento—. ¿Por qué seguiste
viniendo? ¿Acaso no era
peligroso para ti?
Él me observó
fijamente, como si estuviese sopesando la posibilidad de que yo estuviera
haciendo la pregunta en serio, o si simplemente buscaba que él reconfirmara
algún tipo de teoría dentro de mi cabeza. Lo observé con franqueza, esperando
que comprendiera que no entendía ni un poco su retorcida forma de pensar. Desde
que nos habíamos conocido, razonar como él me había resultado prácticamente
imposible.
—Yo buscaba el
peligro —expuso, con ese tono pausado que destilaba un falso desinterés—. Buscaba justamente lo que sucedió:
que Scott fuera con el chisme, que todo el mundo supiera que me estaba poniendo
en peligro.
—¿Por qué?
Su sonrisa era
fría, descorazonada; tan poco real como la complacencia en sus ojos. Picó unas
verduras de su plato, manteniéndolas en el aire con ese aburrimiento que
parecía plasmado en la trama de sus respuestas.
—¿Por qué no?
—Pero ellos...
ellos debían sentirse tan mal por tí... —susurré, simplemente
soltando palabras que, más bien, parecían sentimientos encontrados, formando
incoherencias—. Quiero decir... tú familia.
—No sabes de lo
que hablas.
—Si me lo
explicaras...
—Ese nunca fue
el punto aquí, ya te lo había dicho.
Mis ojos se
mantuvieron fijos en la comida por un momento, especialmente porque me costaba
pensar cuando su mirada parecía tan determinada y terminante. Intenté pensar en
ello, pero me parecía inconcebible. Me costaba creer que nadie pudiera
preocuparse si él vivía o simplemente se ponía en peligro para divertirse un
poco.
—Pero… ¿y qué con tu vida? —susurré, aún sin mirarlo—. ¿Acaso no
tienes miedo de que te… maten?
Escuché el sonido de un suave resoplido entre dientes, una
discreta risa y una sonrisa que ni siquiera necesité ver para imaginarla. Fría,
ambigua y cruel.
—¿Por qué? —preguntó, con una suavidad intencional—. Si tuviese
que temerle a algo, sería a mi vida, no a mi muerte.
Hubo un
silencio denso después de aquella premisa. Cambiar de tema no parecía…
correcto, pero tampoco sabía cómo preguntar lo que quería. No había por qué que valiera si él no deseaba que
supiera lo que escondía. Las preguntas jamás eran lo suficientemente discretas
para él, que parecía saber exactamente a dónde quería llegar con ellas. Era
claro que, en eso de jugar al gato y el ratón, él tenía demasiada experiencia en
el papel de perseguidor como para dejarme a mí interpretar ese rol con astucia.
—Tememos que nos maten. Pero
es mucho peor que nos destruyan.
Aquella cita quedó prendada a mis oídos
mientras él se ponía de pie, dejándome ausente por unos buenos minutos. Zachary
recogió los platos y los dejó en el lavavajillas con movimientos
tranquilos, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para hablar aquella
noche. Su móvil sonó en medio de la tarea, mas él pareció decidir, justo
después de observar el número, que no valía la pena coger la llamada. Me quedé
observándolo con un gesto perdido, aún pensando cuáles eran sus motivos para
considerar que la muerte no era algo tan malo y tener la convicción como para
tentarla con descaro.
—¿Café? —preguntó por sobre su hombro, acercándose a la moderna
cafetera. Pude notar un ligero cambio en su actitud, mas intenté convencerme
que era sólo mi imaginación. No era la primera vez que maquinaba cosas extrañas
en relación a él que no tenían nada que ver con lo que en realidad sucedía.
Me sacudí las suposiciones con un movimiento de la cabeza y asentí,
más por obligación que por antojo.
Otro momento de silencio prosiguió a ese pequeño intercambio,
mientras la máquina borboteaba con un sonido ronco y bajo. Tuvimos que esperar
unos minutos, que parecieron largos y quejumbrosos. Podía sentir sus ojos,
mucho más intensos, sobre mí. Evité su mirada cuanto pude. Él parecía cómodo
con el paso del tiempo, aunque intentaba convencerme a mí misma que era una
fachada. Mi cabeza trabajaba a mil por hora y mi corazón estaba auténticamente
alterado, mas mi rostro se encontraba serio y, quería creer, calmo. No le daría
el gusto de saber cuánto me afectaba, incluso cuando su penetrante mirada
estaba poniéndome de los nervios. Sus cambios de actitud eran igualmente
desesperantes.
—Volvamos a la sala —sugirió con un tono naturalmente imperativo,
sosteniendo dos tazas humeantes—. Está comenzando a sentirse el frío aquí.
Lo seguí, mas no estaba segura de compartir aquel pensamiento.
Para mí la cocina estaba bastante caliente. Toda la casa parecía estar en
llamas, especialmente cuando ambos nos encontrábamos en la misma habitación.
Nos sentamos nuevamente en el sofá de la sala. Zachary apoyó las
tazas sobre la mesilla frente al mueble, acomodándose a mi lado, a esa
distancia que no era lo suficientemente íntima, pero que tampoco me permitía
sentirme cómoda. Con esa naturalidad con la que se había comportado durante la
mayor parte de mi visita, cogió un mando de la mesilla a su derecha y apuntó al
equipo musical. Después de algunos clics aquí y allá, una suave melodía de
piano llenó la sala, seguida pronto por una nostálgica voz femenina.
Con parsimonia cogió su taza y sopló delicadamente, dándole un sorbo
al café. Se tomó su tiempo para saborearlo, dándome luego una mirada de
soslayo.
—Entonces, ¿se terminó el interrogatorio?
Hice oídos sordos a la burla en su voz, buscando la forma de
responder seriamente. Aunque hubiese sido con un tinte sarcástico, no podía
perder la oportunidad de preguntar cuando podía.
Había mucho en mi cabeza, pero había una duda latente ante todo lo
que había sucedido aquella noche. Aquella tensión hirviente en el aire me
erizaba los vellos de la nuca, y no podía evitar sentirme curiosa ante su
actitud:
—¿Por qué permites que siga aquí?
Algo en su mirada me dijo que, tarde o temprano, había esperado
que hiciera aquella pregunta. Hubo un silencio, en la que el coro de la canción
se repitió una y otra vez. «Ya
no soy tuya, ya no soy tuya…». Parecía
un nostálgico recordatorio, que flotó en el aire haciendo del silencio algo
inquietante.
—Honestamente, sabía que tarde o temprano tendríamos esta
conversación —se sinceró, confirmando mis suposiciones sobre su actitud—. Ha
pasado demasiado co—
El sonido de mi teléfono interrumpió su respuesta. Me quedé
observándolo a los ojos por unos instantes, que parecían brillar con un interés
sarcástico. Ante su atento escrutinio, saqué el aparato de mi bolsillo y revisé
el identificador.
Nate.
—Y entonces el novio llama… —murmuró él, dejando su taza sobre la
mesa. En su tono había cierto retintín escalofriante.
Con un movimiento rápido y delicado, me quitó el teléfono de la
mano. Sonriendo un poco ante el nombre parpadeante en la pantalla, cortó la
llamada. Lo vi teclear rápidamente, con una autoridad que difícilmente podía
indicar que el móvil no era suyo. Con una expresión de casual complacencia, lo
dejó sobre la mesilla de su lado del sofá, fuera de mi alcance.
—Asunto resuelto.
Le di una mirada indignada, aunque aún me costaba borrar la
sorpresa de mi rostro. Menuda actitud.
—¿Qué le dijiste?
Me incliné hacia adelante, con la intención de coger el teléfono,
mas su cuerpo me interceptó en el medio. Bloqueando mi brazo con una de sus
manos, lo sostuvo y, lejos de dejarme inclinarme en dirección a la mesa, me
atrajo hacia su cuerpo. El café que nunca habíamos bebido hubiese sido más frío
sobre mi piel que el toque de sus dedos cerrándose sobre mi antebrazo.
—Que estabas acostada y que ya conversarían mañana.
Fruncí el ceño, sintiendo una mezcla de sensaciones al sentirlo
tan cerca de mí. Había algo avasallante en sus palabras, en su forma de hacer
planteos y exponer lo que pensaba. Era tiránico, pero increíblemente
convincente. Ruin, pero efectivo.
—Tu habilidad para mentir es sorprendente —solté entre dientes,
aunque con un traicionero tono perturbado.
Él sonrió un poco —era su expresión propia, pero sonrisa era la única palabra aproximada
que se me ocurría para describirla—, inclinándose un poco más en mi dirección.
Había un brillo curioso en sus ojos azules, pero uno cuyo significado prefería
no averiguar.
—Sí, soy bastante bueno en varios campos —admitió, hablando con
pausas generosas—. Sé cómo poner nerviosas a las personas.
La mano que no me sostenía se elevó hasta la altura de mi cuello,
acariciándolo etéreamente con las yemas de sus dedos. Mi cuerpo se contrajo con
un escalofrío, una extraña mezcla entre la curiosidad, los nervios y la
atracción. Había algo en él, algo tan… atípico.
Todos sus movimientos parecían calculados, hechos adecuadamente para conseguir
el efecto que él buscaba. Sus ojos jamás abandonaron los míos, y no necesitó
decírmelo para saber que él era totalmente consciente de cuánto me afectaba. No
podía dejar de observarlo. A pesar de toda su pedantería y superioridad, no
podía apartarlo de mí.
—Sé cómo hacer las cosas darse vuelta a mi favor.
Tirando del brazo por el que me tenía atrapada, me acercó un poco
más a él hasta que nuestras bocas quedaron unidas en un beso lento. Su boca era
casi tan hábil como sus palabras y evasivas, clavándose sobre mis labios con
movimientos ávidos y, aún así, comedidos. Era un beso que le iba bien. Era un
beso que conseguí revolucionar y, aún así, dejar con ganas de más. Una tortura
tan ambigua que dolía. Una esquiva opción para dirigir la situación hacia donde
él quería.
Sus labios se arrastraron con un roce sobre mi mejilla, hasta que
su aliento acarició mi oído.
—Sé cómo conseguir lo que quiero.
«Y puedo pensar en mil razones por las que no creo en
ti, por las que no creo en tú y yo…».
Una de sus manos se hundió en mis cabellos
y volvió a guiar mis labios a los suyos, convirtiendo la lentitud anterior del
beso en un ritmo demandante e intenso. Sus manos se deslizaron con habilidad
por mi espalda, haciendo que mi sentido común comenzara a desdibujarse bajo los
movimientos de sus dedos aferrándose a mi cintura.
Apoyé mis manos en sus antebrazos,
mientras sentía la calidez de su lengua entremezclándose con la mía con
movimientos certeros, que por momentos conseguían volverse tentativos y
desesperantes. Zachary sabía lo que hacía, y yo no tenía ni idea. El
pensamiento de que aquello estaba mal, de que él no merecía el tentar a mi
suerte no parecía tener un sentido pesado en comparación con la gracia de su
boca y el calor de su cuerpo. Sabía perfectamente que había ansiado tenerlo
cerca. No era una atracción certera, sino más bien ese poder que él parecía
tener sobre todo el mundo. Curiosidad. Deseos de que esa sensación de
electricidad permaneciera en mi cuerpo. Necesidad de sentir que los nervios y
la adrenalina podían volverme loca.
Él era peligro. Él era todo lo que no
había conocido jamás.
Mis manos treparon con torpeza hasta sus
hombros, y él pareció tomarlo como un indicio para aumentar el ritmo de su boca
sobre la mía. Él llevaba el control. Me costaba pensar que pudiera ser de otra
manera, cuando apenas podía atinar a moverme a su ritmo a través de la bruma en
mi mente. Me sentía mareada, extasiada, en un sitio donde no podía preocuparme
demasiado por todas esas cosas que, poco a poco, parecían enterrarse en las
profundidades de mi cabeza.
Con una caricia lenta y una sonrisa
bailando por su boca, aún unida a la mía, sus manos se deslizaron hasta mis
muslos y me impulsaron hasta acomodarme sobre su regazo. La posición, con mis piernas
a cada lado de las suyas, me dio impulso para seguir adelante. Los movimientos
se desenvolvían por su cuenta. No sabía si era el alcohol, la ansiedad, o su
facilidad para el engaño, pero mi cuerpo parecía ligero, mis movimientos eran
ávidos y los besos comenzaban a volverse casi desesperados. Lo deseaba. No
había sido tan consciente de mi propia necesidad por alguien más hasta aquel
momento.
Tuvimos un pequeño momento, en el que
ambos dejamos de besarnos por unos segundos, buscando el aire del que habíamos
prescindido durante un buen rato. Había en sus ojos una sonrisa implícita, una
expresión de desafío que indicaba que aquella era su victoria frente a las
numerosas discusiones que habíamos tenido. Aquello no significaba para él nada
más que otro juego, pero tampoco podía decir si me importaba o no. Me
encontraba perdida, guiada por algo que iba más allá de mis principios. Las
cosas comenzaban a caer en su sitio, y no había mucho que pudiera hacer para
detenerlas. Finalmente, la estructura de mi vida comenzaba a desmantelarse; no
era algo que pudiera detener por mi cuenta, cuando los escombros comenzaban a
caer sobre mí y no conocía muy bien el camino de salida.
Su boca volvió sobre la mía y sus manos se
aferraron a mis muslos mientras nos impulsaba a ambos hacia arriba. Con una
desesperación justificada, me aferré a su cuello y envolví mis piernas en su
cintura, mientras sus manos sostenían el peso de mi cuerpo y me guiaban con una
ciega facilidad que parecía casi ensayada.
Sentí mi espalda chocar suavemente contra
una pared, valiéndose sus brazos del apoyo contra ella para seguir
sosteniéndome. Podía sentir el calor de su cuerpo ciñéndose sobre el mío, la
maestría de su boca sobre mi cuello, de una de sus manos abriéndose camino por
la piel de mi cintura… Era abrumador.
Con movimientos torpes que resultaban
brumosos dentro de mi cabeza, hicimos un paradójico desfile por las escaleras
de la casa, deteniéndonos ocasionalmente como un extraño lío de manos y bocas.
No estaba segura que cuáles eran sus sentimientos al respecto, pero yo me encontraba
ansiosa, nerviosa y con esa sensación incorrecta que atraía a seguir adelante.
No pensaba. No podía hacerlo.
En un momento de claridad, pude ver sus
ojos mientras ambos nos acomodábamos sobre su cama, él ya despojado de su
camisa y yo a pocos segundos de perder la mía. Mi cuerpo aprisionado bajo el
suyo y el estudio de su mirada azul perdida entre esa gruesa bruma nocturna
parecían sacados de un sueño. Había algo en sus ojos que resultaba
indescifrable. No había amor, ni cariño, ni ninguna fantasía que resultaba
incumplible, teniendo en cuenta las condiciones que nos habían guiado hasta
allí. Sin embargo, me había dado cuenta que no me importaba. Realmente no
esperaba nada de él, como intuía que no había expectativas de su parte. Era una
noche especial para ambos, pero nada tenía que ver con el otro. Por separado,
nos encontrábamos cruzando límites peligrosos. No era lo que significaba yo
para él o él para mí, sino la situación misma y las consecuencias que
acarrearía a futuro.
Era el principio del fin.
Sus manos se deshicieron con facilidad de
mi camisa, habiendo ya removido mi sweater en algún pasaje de la escalera. No
estaba acostumbrada a sus formas, ni mucho menos a esa naturaleza agresiva suya
que jamás había conocido más allá de las palabras, las sonrisas y los roces.
Aunque había mentido en muchas cosas y no estaba segura de cuánto conocía de
él, sabía que en aquel momento no estaba escondiendo su naturaleza. Ese era él.
Esa era la verdadera persona detrás de toda la fachada, y deseaba disfrutarla,
aunque fuese sólo hasta el día siguiente.
Había un silencio que parecía necesario
llenar con alguna premisa audaz, más ninguno de los dos dijo nada. Atiné a
desabotonar su camisa con manos torpes, mientras él hacía gala de la avidez de
sus besos y sus manos sobre mi cuerpo. No había cariño, ese tipo que había
compartido tanto tiempo cuando se trataba de algo tan íntimo y terminal. Sin
embargo, había algo más. No era yo amando alguien, ni alguien amándome de
regreso como había sucedido siempre con Nate. Yo era… inexperta, si se quería,
mas también había cierto grado de desesperación albergado dentro de mí. Era una
vía de escape que obtenía en Zachary, la misma que él parecía haber hallado en
mí al estar atrapado en Loch Arbour. Mi cabeza lo entendía perfectamente, y mi
cuerpo parecía un aliado audaz. Intenté que aquellas fuesen todas las
sensaciones que predominaran mientras sus ágiles dedos demandaban movimiento en
la cinturilla de mis pantalones.
Él, con ese aireado papel de dominante,
fue quien se encargó mayormente de que las prendas acabaran en el suelo. Su cuerpo
era ardiente y su piel se ceñía sobre la mía como una segunda capa. Sus
músculos eran suaves pero con cierto trabajo, haciendo justicia a la gallardía
de su rostro. Sus movimientos eran lentos, tortuosos, conservando ese vicio
suyo de jugar con la cordura de las personas. Podía sentir el fuego por donde
pasaban sus dedos, sus manos o sus labios. Podía sentir su excitación física
casi tan naturalmente como la que flotaba en el aire. Era la conclusión de un
ciclo y la apertura de otro. No era sólo una impresión, sino la seguridad de
saber que muchas cosas cambiarían aquella noche. Por lo menos para mí.
—Me da la impresión de que siempre lo has comprendido todo
demasiado bien —susurró con voz ronca, su cuerpo desnudo sobre el mío. La
intimidad se había vuelto algo mucho más profunda que su piel sobre la mía. Era
un secreto compartido, una promesa individual sellada de una forma extraña.
Asentí, demasiado abrumada para hablar, apretando un poco más el
agarre de mis manos en sus caderas.
Decir que habíamos pasado largo tiempo haciendo el amor hubiese
sido demasiado surrealista y estúpido. Los sentimientos no existían, por lo
menos no para caer bajo esa categorización. Él no era necesariamente suave, mas
tampoco había sido burdo. No era una simple sencillez de sexo de paso, ni
tampoco era tan simple el vínculo que el hecho afectaba. Como todo lo que
Zachary hacía, había parecido comedido pero bien hecho, y pronto había
conseguido olvidarme de los dilemas morales y todas aquellas preguntas que aún
no había conseguido que me respondiera. Unidos ambos con movimientos
sincronizados, sus ojos azules nunca dejaron los míos. En la penumbra de la
noche y la negrura que los había poseído, no podía dejar de admirar la
intensidad de su mirada y la determinación en ella. No había medias tintas.
Seguir con él significaba siempre llegar hasta el final. Incluso en aquel
momento, con abstracción, podía comprenderlo perfectamente.
En aquel extraño éxtasis posterior al
orgasmo, en aquella sutil y satisfecha inconsciencia, había dejado que el sueño
me arrastrara a sus brazos, en los del hombre que había resultado ser una
extraña conexión entre el mundo en que vivía y con el que había fantaseado.
Cuando volví a ser consciente de lo que
sucedía, no me costó ubicarme. Lo primero que sentí fue una fragancia intensa y
conocida, que dijo mucho más del lugar de lo que podía haber sabido mediante lo
que captaban mis otros sentidos. Me costó abrir los ojos y, cuando lo conseguí,
me encontré con la magnanimidad de una habitación desconocida. La noche
anterior no había reparado ni siquiera en las paredes de colores tibios o de la
decoración equilibrada. Era un ambiente amplio y ordenado, con detalles poco
personales. Un librero, un armario antiguo y un equilibrio entre detalles en
gamas de colores térreos y con una elegante frialdad.
Me incorporé lentamente, con un suave
dolor de cabeza y aún demasiado cansada como para no sentir los párpados
pesados. Eché una mirada poco resuelta a mi derecha, pero no había rastros de
Zachary allí. El lado de la cama donde había dormido se encontraba deshecho,
pero vacío.
Me dejé caer sobre las almohadas
nuevamente, sabiendo que tenía que salir de allí. Tenía que enfrentarme a Zachary
bajo la luz del día, que parecía un trabajo difícil. Debía enfrentarme a Nate,
lo que parecía imposible. Estando allí, cubierta con las sábanas y envuelta en
aquel perfume, sentía que era un momento
ideal para detener el tiempo. No sabía qué haría. No sabía cómo sentirme ante
lo que había sucedido.
Si cerraba los ojos, las imágenes y las
sensaciones de la noche anterior aún seguían causándome escalofríos.
Me quedé allí por unos buenos minutos,
observando el techo e intentando no evadir los pensamientos de mis próximos
movimientos. Tenía que ir a casa. Tenía que hablar con Nate y ser honesta con
él. Se lo merecía. Él se merecía a alguien mejor que yo, y yo tenía que ser
sincera conmigo misma. No era por Zachary, sino por nosotros.
No había llegado a ninguna conclusión en
particular, cuando la puerta de la habitación se abrió. El salto de mi corazón
se vio aplacado por la confusión y la vergüenza de ver a Scott en la puerta. Él
era claro con su expresión desaprobatoria. Era evidente que, cualquier respeto
que pudiera tener por mí, había quedado reducido a cero.
No lo culpaba.
—Vístete; yo estaré abajo —dijo sin entusiasmo—. Necesitamos
hablar.
Fruncí el ceño.
—¿Y… Zachary? —inquirí, sintiendo el nombre cosquillear en mis
labios—. Evan, quiero decir.
Scott suspiró, apoyando su hombro contra el marco de la puerta y
cruzando los brazos sobre su pecho.
—Se ha ido —dijo con severidad, sus ojos claros observándome
directamente—. En estos momentos, debería estar cruzando el Atlántico.
10 left a comment:
WHAT¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
OMG OMG OMG OMG ese capitulo me ha dejado loca definitivamente quiero un zachary sentir todo eso cambiaria mi vida rotundamente.
pero como que se ha ido la ha dejado sola con tantas interrogantes no que alguna vez haya contestado algo, pero por favor no puede mandar a scott a resolver este tipo de cosas, te juro si no subes luego el otro capitulo pronto viajo a donde sea que vivas para sacarlo de tu mente.
odio tener que quedarme esperando, razon por la cual la primera vez que lei crepusculo lo hice en un celular super chico. la curiosidad mato al gato en ese caso soy una gata enorme de curiosa
jajajajjajajjajajj releo lo que escribi y me dan ganas de matarme, sabes que todo te lo digo con mucho amor
besitos vampiricos
pd: quedo genial la pagina con la musica le da ambiente a las historias
@aliceforever jajaja yo también reconozco que a veces odio esperar, pero siempre me engancho con las historias también y tengo que aguantarme las ganas de seguir, así que créeme que te entiendo jaja. Me alegro en serio que te haya gustado, y si no sale el capítulo no dudaré en llamarte. Ya tengo las ideas; sólo me falta un poquito más de tiempo jajaja. Y el cariño se agradece mucho, mucho, de verdad; si me hubieses visto a mí mientras escribía el capítulo, el comentario te parecería perfectamente normal jaja.
Y el playlist lo agregué justamente porque tenía en mente muchas canciones que iban bien con la historia. Sé que a algunos les molesta en los blogs, pero me hicieron la sugerencia y me pareció que estaba bueno :)
Muchas gracias por leer y especialmente por comentar, sobre todo en este capítulo. Nos estamos leyendo prontito. ¡Un besote!
OMFG!!!! OMFG!!!!
Creo que he muerto!!! o.o
No sé por donde comenzar... Wow!! QUE CAPITULO!!!!
Y que noche se aventaron!! OMG!!
Y luego se va!! así?? sin más?? OMG!!
Me dará algo!! y a ella también xD
Que excelente chap!!!
AMO A ZACHARY!! o Evan! xD jajajaja
Nos leemos!!!
Ya, ahora sí que puedo comentar. Después de intentar estudiar química y fallar (Estrepitosamente, debo mencionar), pasar a finalmente dejar el comment parecía lo mejor que podía hacer (y que quería hacer hace rato, por cierto). Mujer, de verdad, no sé en qué pensabas cuando escribiste el cap, no sé si te costó o si fue fácil hacerlo, pero al leerlo, sentí el peso de las palabras, y pude ponerme en los zapatos de la pobre Jolene como nunca antes. Sabemos que ella no es tonta, ni una pueblerina que se deja enamorar por el primer extraño que ve (mejor sería leer una novela rosa si así fuera) Obviamente, ella sabe bien sus ideas y convicciones, tenía una vida, un trabajo y una pareja estables; pero a pesar de ello, a pesar de que, una vez que Zachary (o debería decir Evan?) entra a su vida, hablar de que le puso el mundo al revés sería quedarse corta. Y vemos, capítulo a capítulo (que espero un tanto más que tus otras historias, debo confesar) cómo este extraño se mete en sus pensamientos y su vida; pero desde mi punto de vista - un tanto obvio - el 'por qué' de este hombre que está arraigado en su cabeza radica en el hecho de que quizás Jolene le estaba esperando desde hace mucho. No de forma consciente, quizás en el fondo de su mente, cuando le conoció, su instinto especial (o su imaginación, o la curiosidad) hacía que le atrajera hasta un punto de no retorno. Que... es ahora, verdad? Osea, ya sabíamos que esta chica no se sacaría al misterioso Zachary de la cabeza ni si quiera por si a caso, pero después de lo que pasó en este capítulo, lo único que podía pensar, más allá de la inesperada partida de él, era en qué le deparará a la chica el destino de ahora en adelante.
Igual, una parte de mí piensa y seguirá pensando que él se fue por algún motivo emocional, (o que está enamorado de ella, en lo más cursi de mi ser) pero mi otra parte me dice: "Vamos, es Zachary, después de todo. No es como si pudieras predecir lo que hará"
Nope, no podemos, pero si sé perfectamente que nuestro chico es humano, y como tal, hay cosas a las que ni el más sarcástico, irónico y sabelotodo puede escapar.
Y bueno, al parecer estuviste más o menos de salud, así que supongo que escribir esto fue un esfuerzo extra - que valió la pena, porque te quedó espectacular, nena :D - Igual, ojalá que ya estés mejor. Yo puedo decir que ya recuperé mi voz, pero ahora estoy de enfermera de mi hermano, que cayó enfermo de lo mismo que yo. - paciencia, ven a mí, haha -
Ah, lo que se me olvidaba, no menos importante, es que me ha gustado el playlist. Me conquistaste desde los Arctic en adelante, además que siempre me han gustado los playlist de las historias que escribes, (quizá porque escucho más o menos eso), leer Casa de Naipes acompañada de la voz de Alex me derritió, literalmente, así que me verás por aquí seguido, queriendo una actualización pronto -sin presiones- pero queriendo saber más (:
Creo que eso es todo (:
Saluditos!
Deb.
Dios! Me darás un paro cardiáco... En verdad lo has dejado allí??!! Esperaré con ansias el próximo... Con cariño, Jon Chris...
@Tsukisaku No, ¡no te me mueras! jajaja. No sé a ti, pero tengo la impresión que a ella le dará algo seguro jaja. Muchísimas gracias por leer y comentar siempre :) ¡Nos estamos leyendo! Besotes.
@Deb Hathaway Wow. Primero que nada gracias, porque realmente aprecio que se tomen el tiempo para 'analizar' el capítulo digamos. No sólo es lindo, sino que además sirve un montón a la hora de escribir y, especialmente, seguir con la línea de la historia.
Me pone contenta saber que se nota cuál es la actitud de Jolene respecto a esto y cuál es la posición de Zachary también. Desde el principio, aunque podía engañar un poco, no lo quería como el príncipe buscando a la damisela en apuros. Creo (espero) que con el paso de los capítulos se haya notado que él está lejos de ser eso. La idea de que se acostaran juntos no era tipo "ah, sí, me gusta, fiesta loca y ya". Como bien dijiste, hay un significado detrás de eso, y me alegro que se note. Lo que pasará con Zachary... bueno, eso, como siempre, será una sorpresa. Pero como dijiste, es humano, y eso tarde o temprano se verá. Posiblemente no en esta historia, pero sí en la próxima. Ya sé el final y de qué irá la secuela, por lo que sólo falta el tiempo para poder escribir.
Yo estoy bastante mejor por suerte. Me alegro que hayas recuperado tu voz; yo ya tengo el... 80% de la mía de vuelta, digamos jaja. Y suerte para tu hermano, siempre todos nos ganamos enfermedades de rebote (mi padre ya anda con tos).
¡Y la playlist! Me alegro que te haya gustado. La verdad es que tenía bastantes temas que iban bien con la historia (honestamente, todo 'Suck It and See' estuvo en mi reproductor mientras escribía esta historia), pero hice un mix con todos jaja.
Si Dios quiere, el próximo estará pronto. Voy escribiendo un poquito de todas las historias cuando tengo tiempo jajaja.
De nuevo, muchas gracias por comentar :) Nos estamos leyendo.
¡Besitos!
@Jon Chris No quiero matar a nadie más, lo juro. Pero si seguía escribiendo, era un capítulo eterno, eterno. Se agradece mucho la paciencia; ya estoy escribiendo el próximo :)
Muchas gracias por leer y comentar.
¡Un besote!
My Gosh! :O :O :O y mil veces :O Se fue! Lo veo y no lo creo! Ok yo no m esparaba el mundo todo rosa y q Zachary le pidiera matrimonio o algo asi! Pero no m speraba algo tan radical cmo Irse! Qe Sucioo xD
Rayooos y Nate? :( No se ni q decir!XD Debe ser qe sigo en Shock! Woow Bueniismaaaaa estaa hist cada vez va mejor! Siento q no m aburrire nunk de leerla! Sabes aun no le encuentro la relacion al titulo cn la historiaa xDD! Hey y x cierto m pegue con la cancion de House of cards- Radiohead xD Buen playlist!
Sin mas nada q opinar (por los momentoos) m despiidoo! Bye! Besos :)
@Milimar Sé que no. Aunque ciertamente nadie se lo esperaba todo romántico, sé que ese tampoco era el final que podían esperar.
Gracias por la buena onda y me alegro que te guste. Para mí el título tiene que ver con las vidas de ambos, pero voy a dejarlo a tu criterio. Quizás al final tenga más sentido que ahora :)
¡Y sí! Esa canción es preciosa. Iba demasiado bien, así que la agregué jaja.
¡Besitos! Nos estamos leyendo.
Publicar un comentario
Si llegaste acá, debes tener algo que decir :)