«Magick I: Ambigüedad»: Prólogo.

Un trueno cortó el cielo con la violencia de una declaración de guerra. Tres hombres intercambiaron una silenciosa mirada en la habitación, esperando con un estoicismo meramente decoroso. La lúgubre construcción se erguía con paredes de piedra gastada y techos demasiado altos para que se conservara algo del calor de la hoguera que crepitaba en el fondo de la habitación. La candidez de finales de agosto no existía en aquel rincón del mundo, donde incluso los rostros parecían no conocer otra cosa que el frío helado del invierno eterno. La decoración en el ambiente era escasa, siendo un juego de sofás de terciopelo raído, dos viejas poltronas, una alfombra antigua y una mesa de madera oscura lo más destacable, junto con algún que otro mueble rústico y maltratado por la humedad. La única fuente de iluminación era la del fuego, dándole al lugar un aspecto que podría haber sido comparable con el de una caverna. La habitación era un mero punto de paso para las numerosas puertas desperdigadas con poca uniformidad a lo largo de ella. Detrás de cada una se escondían largos y estrechos pasadizos que conectaban los puntos de encuentro. Los hombres sólo conocían el que llevaba al salón principal —segunda puerta a la derecha, distinguible por la pequeña plaqueta de metal que lo indicaba— y otro cuyo contenido habían sido asignados a supervisar. La cuarta puerta de la derecha marcaba el inicio del camino hacia los calabozos, un nombre sustraído de la costumbre. En realidad, se trataba de pequeños espacios sin iluminación y con el aspecto de la más precaria habitación de motel. Las paredes de piedra y la mohosa humedad eran el factor disonante, que hacía al sitio bastante más desagradable que un cuarto barato. El motivo por el que la gente era llevada allí, quizás, también.
Un portazo brutal cortó el mutismo y los tres hombres se pusieron de pie al mismo tiempo. Sus aspectos eran variados, pero todos vestían la misma capa oscura, que los protegía del frío y de la tormenta, en caso que tuvieran que salir a la intemperie. Por la puerta entraron cuatro personas. Dos de ellas sostenían a un empapado adolescente, que se retorcía bajo su agarre y cuyos dientes castañeteaban con la misma violencia con la que se agitaba su cuerpo. Su rostro y cuerpo eran pequeños, frágiles, y una mata de descuidado cabello rubio claro le cubría los ojos. Detrás de ellos se encontraba una mujer de figura desgarbada y cabellera cenicienta, murmurando permanentemente algo inteligible. Había un brillo intenso cubriendo el cuadro, y pronto los hombres repararon que provenía de las muñecas y los tobillos del muchacho. Unas gruesas cuerdas luminosas envolvían las extremidades con una gracia etérea; parecían construidas con pequeñas bombillas fluorescentes, aunque ellos sabían de qué se trataba y que la idea de delicadeza que emanaban no era más que una encantadora ilusión. Él estaba totalmente imposibilitado de huir, incluso sin el agarre de los hombres. Ellos no eran más que una guía hacia su destino, recluido del mundo y a merced del plan meticuloso de alguien más.
Sólo unos segundos después otro hombre cruzó la habitación, con la capa empapada y cubierto con una capucha que ocultaba su rostro. Con un aura temeraria muy particular, el viajero se quitó la protección que le ofrecía la tela, revelando un rostro complacido y un cabello oscuro como la noche, despeinado por el temporal.
—¿Dónde lo habéis encontrado? —se aventuró el más bajo de los tres hombres que habían permanecido en la antigua construcción desde hacía ya unas semanas. Tenía el cabello del color de los robles y peinado hacia atrás en una coleta descuidada que lo apartaba de un rostro tosco. Debía tener alrededor de treinta años, aunque la piel aceitunada, la barba irregular y las cicatrices sobre ella lo hacían ver mayor.
—En el sur de Rumania —dijo el recién llegado con sequedad—. Estaba intentando contactar con los Reguladores de Tráfico de Asia para viajar en cuanto se le presentara la oportunidad.
Otro de los reclutas curvó los labios en una despectiva sonrisa, mientras el muchacho seguía sacudiéndose bajo las manos de los dos ayudantes. La mujer mayor parecía ajena a su charla, totalmente concentrada en las palabras que seguía murmurando incesantemente.
—Buscando asilo. —Su voz sonó como una carcajada seca. Él era el más alto de los tres, con una espesa cabellera dorada y peligrosos ojos azules. Aunque su apariencia era la de un americano modelo, había algo en la curva de su sonrisa que transformaba su rostro en una psicótica amenaza—. ¿Sabéis si conocía a alguno de los otros?
—Aún no hemos llegado a esa parte.
A rastras y con un poco más de forcejeo, los dos asistentes del hombre moreno consiguieron trasladar al muchacho hasta la cuarta puerta de la derecha, con la mujer aún pisándoles los talones. Nadie tenía que explicarles que se trataba de una bruja, que se había aliado a ellos durante el viaje. El primer punto de la misión había sido conseguir una lo suficientemente desesperada como para acceder a ayudarlos, con la promesa de recibir algo a cambio. Todos llegaban a un punto en el que se encontraban cegados por la sed de poder, desesperados al verse oprimidos por un mundo que, tarde o temprano, los dejaría de lado.
Ellos querían más. Ellos querían todo.
El adolescente lloraba en silencio, aún sacudiéndose en sus inútiles intentos de escapar. Los dos custodios lo acompañaron por el corredor, y la mujer los siguió. El jefe del grupo se tomó un momento para quitarse el abrigo que llevaba bajo la capa, dejándolo distraídamente sobre uno de los sofás que había quedado vacío. Con un simple gesto de su mano, le pidió a sus súbditos que aguardaran allí. Los hombres no pudieron hacer más que respetar las órdenes, volviendo a acomodarse en el mueble que los había acunado durante todo el día. Debían ser ya más de las doce de la noche, pero la llegada de su cabecilla con la presa había resultado mejor que todas las tazas de café, whiskey barato y cigarros con los que habían pasado la noche. El sueño se encontraba entre las últimas de sus prioridades.
La puerta de madera chirrió y se cerró con un ruido seco, que retumbó en la habitación como una advertencia firme, un anhelo apremiante. Sumidos en un renovado silencio, cada uno de los vasallos se dedicó a lo suyo: el más bajo cogió un cigarrillo y lo encendió con facilidad, el más alto se puso de pie para coger algo de beber de la vitrina de licores y el tercer hombre se limitó a observar las llamas en silencio desde una de las poltronas. El ritmo del crepitar parecía tenerlo hipnotizado, aunque eran en realidad los pensamientos que cruzaban su mente los que lo mantenían en un extraño sopor.
Llevaban años dentro de aquella misión y las falsas alarmas habían sido muchas, pero aquella oportunidad era especial. Él, en silencio, conocía la verdad y sabía que aquel rito que había sido postergado por generaciones estaba cercano a cumplirse. Sus antecesores habían estado cerca, increíblemente cerca, y habían dejado el campo preparado para ellos. No había mucho que un solo hombre pudiera hacer por su cuenta, más que confiar en los dioses y en un milagroso golpe de suerte. La vieja leyenda había cobrado vida cuando las suposiciones sobre su veracidad habían sido confirmadas por un vetusto libro de brujería y un testimonio de la generación pasada. El rito era cierto, pero las condiciones para realizarlo eran difíciles. En un principio las habían creído imposibles, mas el paso del tiempo y las investigaciones los habían llevado a sospechar que aquello no era más que una tapadera, una excusa que había sido inventada para mantener el curso de la naturaleza y el equilibrio entre los bandos.
—Creí que lo tenían bien protegido —comentó el más bajo de los hombres, en un murmullo vago, mientras volvía a sentarse. Dio una pitada profunda y dejó escapar el humo, que se desvaneció en el aire con una cautela compartida.  
A pesar de la distancia entre la sala y los calabozos, ninguno de ellos parecía querer arriesgarse ante la posibilidad de llegar a molestar a su maestro. Nadie hablaba mucho del tema. Ellos estaban allí para cumplir órdenes sin rechistar ni opinar al respecto. 
El más alto asintió con cierto aire meditabundo.
—Se rumorea que el Consejo de Magos ha hecho que sus hombres abandonaran el nido y los ha estado repartiendo por todo el mundo.
—Así parece —replicó el castaño, observando el cigarro entre sus dedos—, pero nosotros también hemos crecido en número. Este es sólo el principio del fin, ya sabéis.  
La charla quedó opacada cuando un grito resonó en la lejanía, siendo opacado por la intensa furia; de un trueno sobre el cielo nocturno. Aunque parecían intentar ignóralo, los tres sabían que el primer sonido había sido demasiado familiar. Con un silencioso acuerdo para evitar el asunto, cada uno permaneció hundido en sus propios pensamientos y expectativas. Sabían que aquello podría tomar minutos, horas, o incluso días.
No eran muy conscientes de la adrenalina ni de la ansiedad creada por la espera, no después de tanto tiempo. Sin embargo los vasallos sintieron que ambas se agolpaban en su garganta cuando los pasos resonaron nuevamente por el corredor y la cuarta puerta de la derecha volvió a abrirse con ese chirrido desagradable. El jefe del grupo entró en la habitación, vistiendo una sonrisa satisfecha. Era difícil verlo sonreír y sin embargo, en aquella ocasión, no parecía dispuesto a molestarse por ocultar a sus servidores la expresión de total complacencia. Aparentemente el violento interrogatorio había resultado mejor de lo que creían. Habían estado siguiendo pistas cuidadosas, pero todas parecían construir un camino en círculos que los llevaba siempre al mismo sitio inútil. Era la primera vez que conseguían realizar una captura con éxito, y las posibilidades que aquello podía proveerles parecían interminables, casi inimaginables. Era un salto enorme, especialmente si lo comparaban con lo que habían logrado hacer hasta entonces.
El tercero de los hombres alojados en la antigua construcción, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso adelante. Su cabello era rubio como el oro y poseía la altura promedio de un hombre de buena complexión. Sus ojos, del color del ámbar líquido y llenos de emociones ambiguas, se detuvieron en la figura que acababa de cruzar la pesada puerta que conducía a los calabozos.  
—¿Tenéis información?
Su voz sonó respetuosa, meramente profesional, aunque había un deseo desesperado dentro de su pecho, uno que ardía en silencio y era disimulado con la emoción de la codicia. Desde que había sido recluido por voluntad propia dentro de aquel helado sitio, aquel anhelo enorme seguía creciendo dentro de él, haciendo un ruego silencioso para que el destino estuviese empeñado a mantenerse en equilibrio.
—Los rumores que han circulado todo este tiempo eran falsos —dijo el hombre lentamente, sin poder despegar la sonrisa de los labios—. Tenemos un punto de partida.
Hubo un silencio de satisfacción en la sala y el agudo estratega observó a sus hombres antes de añadir:
—Esta vez, los encontraremos a todos —hizo una pausa, como saboreando las palabras y lo que estas significaban—. Seremos los primeros en llegar hasta el final después de tantos siglos…
Una sonrisa colectiva se extendió por el grupo, cada una ocultando un significado diferente, pero con un objetivo común. La semanas de búsqueda incansable, de huidas clandestinas y escondites mediocres parecían haber quedado resumidos a aquel instante, a aquellas frases llenas de complacencia que se perdían en la húmeda habitación con un eco escalofriante.
—Luego, las posibilidades serán infinitas.

12 left a comment:

Bueno, ya sabes que he visto con antelación un atisbo de lo que será esta historia.
Y a parte de que me he quedado con ganas de seguir leyendo, esta vez también me han intrigado mucho los cambios que has hecho.
Definitivamente nos leemos en el siguiente!
Bikos

@Ebrume (Ana) Aw, sí, aunque hubo bastantes cambios desde ese entonces, en serio que estoy más que agradecida por el primer vistazo. Si no he enviado más capítulos es porque justamente ando editando muchas cosas desde el principio, pero sabes que todas las críticas y sugerencias son más que bienvenidas :) ¡Nos estamos leyendo! Besotes :)

bueno es distinto a lo de siempre, pero se ve bastante prometedor espero que pronto subas nuevos capítulos.
aun no se que idea hacerme de la historia falta mucho por ver esto es solo un comienzo.
nos leemos besitos vampiricos

@aliceforever Sí, este y el próximo capítulo serán más bien una introducción. Luego comenzará la acción :) Me alegro que te haya gustado el comienzo de todos modos, y que se note que va por otro lado la cosa jaja. ¡Besitos!

Me encanta, realmente, cada vez que leo algo escrito por vos, me sorprendo gratamente. Espero que tengas mucho éxito con esta historia, te lo mereces, desde hace unos 3 años o más sos una de mis escritoras de fanfiction favoritas, y ahora parece que va más allá de fanfiction. Toda la suerte del mundo para la historia, y espero pronto leer más de ella. Besos!

@Marie Rose Aw, muchas gracias :) En serio que este proyecto lo traigo desde hace un montón en la cabeza y realmente tengo mis fichitas puestas en él. Espero que lo disfruten, porque escribirlo me está encantando :) ¡Gracias por leer y comentar! Besotes.

Increíble, como siempre. Espero que puedas subir pronto otro capítulo. Besos...
J. Chris

@J. Chris ¡Me alegro mucho! :) Intentaré no demorar mucho, ya que esta fue una probadita nada más jaja. Muchas gracias por comentar.

¡Besitos!

wow, suena interesante y genial!!! me gusta!!!!

@Annabel Lee ¡¡Muchas gracias!! Esto es sólo una probadita. Espero que la trama propiamente dicha guste también :) ¡Besitos, y muchas gracias por comentar! Nos estamos leyendo.

Hola!!!!!!!!!!!!!

awww soy mala, lo leí hace dos días y hasta hoy dejo mi comentario-

El vídeo como te dije en face em encanta y la canción Dios es traumatizante ;)

Me encanta la narración, la forma en que describes todo. Me has hecho entrar en tu historia y dejarme traumada y pidiendo más.
Tengo muchas dudas e inquietudes sobre el desarrollo de a historia.
Nos vemos besotes y suerte.

Me tendrás por aquí aunque sea tarde para dejar mis comentarios n_n

@Dyane Montero jajaja no te preocupes. Yo a veces leo desde el celular, y una semana después me acuerdo que no comenté. Te agradezco que te hayas tomado el trabajo de volver y decirme que te pareció :) Nos estaremos leyendo entonces.

¡Besitos!

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