«Casa de Naipes»: Capítulo XIII.

Scott se apartó, dejándome espacio para entrar a la casa. Me sorprendí ante el gesto repentino. Realmente esperaba, después de la sorpresa inicial que había tintado su rostro, que él dijera algo, aunque fuese una mínima oración en defensa. Sin embargo, su expresión se había vuelto ilegible, seria, y parecía no tener nada que discutir conmigo. Simplemente me hizo pasar, cerró la puerta a mis espaldas y, con un seco «ven», me hizo seguirlo por el corredor que llevaba a la sala. No me cansaba jamás de absorber los pequeños y disonantes detalles de la casa. Aunque el lugar era viejo y había estado deshabitado por más de dos décadas, el interior lucía perfecto. Había una decoración cálida y moderna en paredes claras, como si alguien se hubiese tomado el exhaustivo trabajo de averiguar qué quedaría mejor y dónde podría ponerse. La casa estaba cuidada, y no desde un sentido superficial. Aunque no conocía la vivienda en su totalidad, el corredor y la sala decían mucho sobre ella. Cuando mis ojos escanearon la habitación, absorbiendo la modernidad y el equilibrio de los colores, pronto chocaron con Zachary. El parecía muy campante, sentado sobre uno de los sofás y leyendo distraídamente un libro. El Psicoanalista parecía ser uno de los favoritos en su colección.

Sus labios se encontraban en línea recta cuando sus ojos se encontraron con los míos, mas sugerían una sonrisa. Todo su rostro parecía estar burlándose de mí sin tener que dejar de lucir indiferente. Sobre el puente de su nariz reposaban unas finas gafas rectangulares sin marco, diferentes a las que usaba siempre. Estaban inclinadas hacia adelante, dejando sus ojos al descubierto. La imagen en la fotografía parecía aún más similar viéndolo sin el marco negro alrededor de su mirada.

—Bueno, ¿a qué debo la honorable visita? —Su tono, naturalmente, no era menos socarrón que su expresión. Claro, yo era la que le había dicho que no quería verle más y, sin embargo, corría hasta su puerta apenas regresaba al pueblo.

Tragando pesado, apreté la hoja entre mis manos y me acerqué a él. Sin decir palabra, extendí la el recorte en su dirección, dejándola frente a su campo de visión como lo había hecho con Scott minutos antes. Zachary simplemente echó un rápido vistazo a la noticia, una de sus cejas curvándose hacia arriba y una de esas pequeñas sonrisas porfiadas en sus labios, mientras sus ojos analizaban las oraciones. No parecía particularmente impresionado.

Tuve que tomar un profundo respiro antes de poder hablarle directamente:

—¿Qué es esto?

Una sonrisa de lado trepó por su rostro. Esa falsa expresión de no haber roto un plato en su vida.

—Ahorrándome las innumerables respuestas sarcásticas a esa pregunta que podría darte, te diré que no lo sé.

Su réplica no me convenció ni un poco, incluso a pesar de su tono tranquilo y cargado de autocomplacencia. Mucho menos después de la reacción que Scott había tenido. Él podía ser un tipo imperturbable y falso, pero había visto la alarma en los ojos azules de su compañero y, además, sabía que Zachary era un hábil mentiroso —o ocultador, en su defecto—. Allí algo estaba mal e, incluso con mi corazón latiendo como loco y mi cabeza tejiendo teorías que nublaban mi juicio, podía darme cuenta de ello.

—¿Qué eres? —solté con desesperación.

Él sonrió de lado.

—¿Qué soy? —La pregunta sonó casi como una carcajada—. ¿Qué es lo que esa imaginación tuya ha maquinado, Jolene?

Suspiré con frustración, al borde de los gritos y las lágrimas. La impotencia que sentía por estar de pie allí, con miedo y ansiedad, y sin tener una mínima idea de lo que sucedía ya eran suficientes como para sentirme mal. No necesitaba a Zachary haciendo comentarios ingeniosos al respecto. Tenía emociones encontradas sobre él y lo que provocaba en mí. No lo conocía, no sabía quién era, de dónde venía, ni por qué había terminado allí. Siempre había sido un hecho que sólo había visto esa parte de él que me había permitido ver, y había sido muy consciente que había algo que no sabía, que él no quería que supiera. Sólo que ese algo, ese suave condimento peligroso que parecía emanar de él, jamás había tomado un tinte tan catastrófico y absurdo en mi mente. No sabía que esperar de él. No sabía cómo sentirme respecto a él, y lo que había sucedido entre nosotros. Seguía atraída y repelida por él en partes iguales, con una polaridad que comenzaba a amenazar con partir mi corazón en dos.

—Scott… ¿podrías darnos un momento? —pedí en un susurro. Él, de cualquier modo, pareció escuchar, porque pronto pude oír sus pasos alejándose.

Me quedé observando a Zachary, que seguía con aquella tranquilidad envidiable. Su espalda estaba perfectamente recta, apoyada contra el sofá, y sus brazos abarcaban todo el respaldo, estirados sobre él. Con una pierna cruzada sobre la otra, era una envidiable oda a la calma y la seguridad. Y yo estaba allí, de pie frente a él, sintiéndome estúpida y vulnerable. Algo parecido al miedo corría por mis venas mientras lo miraba directamente a los ojos. Y decía parecido, porque realmente no era una sensación de pavor. Había algo escalofriante en estar allí, con todo lo que había dentro de mi cabeza, pero no podía ni quería moverme. Quería ir hasta el final, aunque aquello implicara verme atrapada en cosas que podían atentar contra mi cordura. Hasta donde sabía, jamás había tenido tendencias masoquistas o suicidas. Sin embargo, seguía allí, sabiendo que había peligro. Sabía que, fuese lo que fuese que Zachary pudiera esclarecerme sobre él, no iba a gustarme.

Necesitaba que él hablara. Necesitaba una mísera señal en el camino que me indicara por dónde comenzar. No importaba si no podía lidiar con mis propios sentimientos, pero quería entenderlos. Y, en orden para poder hacer aquello, necesitaba saber qué era lo que sentía por él. Qué era lo que podía sentir por alguien como él, fuese lo que fuese, o se encontrara en la condición que se encontrara.

—Háblame —pedí suavemente, sin preocuparme por que la desesperación se filtrara en mi voz—. Necesito que me digas qué pasa contigo.

—¿Por qué tienes esa noticia? —preguntó, inclinando su cuerpo hacia adelante y acomodándose con los antebrazos sobre sus rodillas. Su rostro se alzó lo suficiente como para volver a tener una vista directa a mis ojos—. ¿Qué es lo que piensas? Necesito que tú me digas qué piensas sobre mí. Ya te lo había dicho antes.

—¡Estoy harta de las encrucijadas! —Era estúpido haberle dicho a Scott que se fuera cuando él seguramente podía escucharme, pero tampoco podía importarme. La desesperación había sobrepasado todas las otras emociones. El tiempo conteniéndola no había sido bueno para mis nervios,—. ¡Sé que el de la foto eres tú, pero no puedo entenderlo! ¡Deberías estar muerto, y sin embargo sigues aquí! ¡Y no… no puedo..!

Él sonrió de esa forma extrañamente perversa y desdeñosa cuando mi oración quedó perdida en la absurda calma de su sala de estar.

—Supongo que subestimé un poco mi suerte, y desestimé tus capacidades como detective.

Seguía bromeando conmigo. Como siempre, no había nada más que una burla explícita en sus palabras.

—¡Deja de bromear! —grité, fuera de mí, y sentí mis manos agitarse—. ¿Qué eres? —Tomé una estrangulada bocanada de aire—. ¿Qué… eres?

Su cabeza se inclinó hacia un lado, con cierta pereza. De cualquier forma, podía ver sus ojos relampagueando con intriga. Mientras yo no podía contener mis emociones, avergonzándome ligeramente por ello y sintiendo el calor trepando por mi rostro, mi repentina locura al respecto parecía tenerlo entretenido.

—¿Qué piensas que soy?

—Hay algo sobre ti… —susurré, inquieta—. Algo extraño. Algo... magnético. Y siempre andas por ahí con tanta seguridad, como si nada pudiera vencerte. No lo entiendo. —Tuve que hacer una pausa, temiendo que mi voz se quebrara a la mitad de una oración—. Y siempre sales de noche. No te he visto nunca en otro momento que no fuese cuando cae el sol… ¿Es que… necesitas esconderte?

Él se quedó un momento en silencio, simplemente observándome. En su rostro no corrían las emociones, mas podía imaginarme los engranajes de su cerebro trabajando, estudiándome. Pareció ser sólo después de unos segundos de aquel desgastante escrutinio que algo llegó a su mente, porque aquella expresión de ligera intriga se volvió claramente desafiante, como si supiera exactamente lo que pasaba por mi cabeza, incluso mejor que yo misma. Con una gracilidad certera, lo vi moverse hasta uno de los cajones junto al librero. Dándome la espalda por unos segundos, escuché el sonido del metal chocando mientras sus manos rebuscaban dentro de él. Si mi corazón ya se encontraba latiendo irregularmente, cuando vi la pequeña navaja en su mano derecha no pude hacer más que luchar para que mis piernas siguieran sosteniéndome. Era como si todo estuviese sucediendo en cámara lenta, pero lo suficientemente rápido para que yo no pudiera pensar, ni enviar la señal a mi cuerpo de que debía hacer algo.

Acercándose a largas zancadas hasta mí, me tomó por la muñeca izquierda. No pude reprimir el grito de sorpresa que escapó de mis labios; un alarido corto que se prolongó cuando sentí la navaja en la yema de mi dedo índice. Una línea de sangre comenzó a correr por mi piel, escurriéndose por las esquinas y cayendo sobre el suelo de la sala.

Zachary se acercó el dedo a su rostro, dejándolo justo frente a su campo de visión. En ningún momento sus ojos se alejaron de los míos, aunque me encontraba alterando la mirada entre mi dedo y su rostro serio y tranquilo.

—Si lo que estabas insinuando es que soy un vampiro —comentó, y había un matiz jocoso en su tono, especialmente cuando sus labios remarcaron la última palabra—, te recomendaría que cambiaras el género de las novelas que lees. O escribes, en el peor de los casos.

Volviendo mis ojos a la sangre de mi dedo, susurré:

—¿Qué?

—No intentes con otra criatura —pidió con condescendencia, sacando de su bolsillo un pañuelo de tela celeste con detalles azules. Me lo pasó resueltamente—. Soy un humano, Jolene. Común y corriente.

«Común y corriente» jamás hubiese sido una frase que yo hubiese usado para describirlo, pero en aquel momento no era eso lo importante. Mi mente quedó atascada en la premisa que había querido oír de sus labios y que, de cualquier modo, no podía terminar de creerme. Apreté distraídamente el pañuelo contra mi dedo, deteniendo el flujo de la sangre.

—Entonces ¿por qué estás… vivo?

—Porque nunca me morí. —Su respuesta poseía ese tinte de quien dice algo obvio, pero los dos sabíamos que aquello no era exactamente a lo que me refería—. ¿Qué te hace pensar que el de la fotografía y yo somos la misma persona?

—Porque no tengo una mejor explicación a lo que eres, a cómo te comportas. —No era una mentira. Siempre había estado a la espera de un secreto, uno que él mismo me había asegurado que no me gustaría. Y, cuando creía haberlo encontrado, quería aferrarme a él; me negaba a creer que volvía a estar en cero y que todo aquello era parte de mi imaginación—. Cuéntame la verdad. Pruébame que estoy equivocada.

Él se acercó un poco más. De alguna forma, parecía querer mantener el tono confidencial de nuestra conversación.

—Si te cuento qué sucede, estarás atada a mí. —Su voz fue un siseo, algo que iba mucho más allá de ironías y juegos de mente. Había una oscura honestidad que me puso los vellos de punta. Su rostro era una máscara de perfecta ambigüedad, donde la belleza en sus rasgos quedaba opacada por la lobreguez en ellos—. Y yo no puedo estar atado a ti, ni a nadie. Es mejor que simplemente lo olvides.

Suspiré profundamente, sintiendo mi voz débil, temblorosa.

—Ya estoy atada a ti, Zachary.

Una sonrisa imprecisa se posó en su boca. Parecía haber cierto deleite y otro tanto de desprecio por mis palabras.

—No estoy hablando de tus sentimientos particularmente, Jolene —explicó—. Estoy hablando de tu vida.

—¿Qué? —repetí por enésima vez en la noche.

—¿Estás dispuesta a dejar tu vida en mis manos? —preguntó suavemente—. ¿A comprometerte con algo que ni siquiera te corresponde?

No respondí a su pregunta, principalmente porque, por primera vez, él estaba siendo serio, y yo no quería creer que lo fuese. Cuando él era irónico y burlón, casi despectivo, responderle era fácil. Una ironía, una réplica afilada o una expresión de fastidio. Sin embargo, a pesar de lo absurdo de la pregunta, él no estaba bromeando conmigo. Y aunque siempre le había pedido que me tomara en serio, no sabía cómo responderle.

—No puedo confiarte mi vida si no sé qué sucede contigo.

—Esa es la desgracia de los testigos —comentó con una sonrisa, incluso cuando sus palabras destilaban acidez, corroídas con un deje de desprecio—: Están dentro por efecto dominó, pero deben cargar también con las consecuencias si saben demasiado.

Contuve los deseos de pasarme las manos por el rostro, con frustración. Él efectivamente tenía esa capacidad de andarse con rodeos sin ir jamás al grano. Me lo había probado durante unos buenos meses, ¿por qué detenerse cuando parecíamos estar en un punto que no parecía beneficioso para él y todo ese misterio que cargaba consigo?

Eché una mirada distraída a El Psicoanalista.

Hablar mucho sin decir nada. La clase más efectiva de mentira.

Zachary me había estado mintiendo todo aquel tiempo, y aquello, a pesar de la obviedad de la realización, me hacía sentir increíblemente ofendida e indefensa. No sabía quién era él. Me negaba a creer que no había relación con alguna de las teorías que había maquinado mi cabeza, por más absurdas que fueran. Aunque en mi mente no se había plasmado la palabra «vampiro» con luces de colores, ni me había imaginado a Zachary con un par de colmillos y atacando directo a mi cuello, la posibilidad había rondado mi mente. De hecho, el que fuera cualquier criatura había parecido una posibilidad tentadora, desde que las personas como él… simplemente no existían. Su estoico aspecto, su forma de ser, su forma de hablar y de huir del contacto con la gente, sus apariciones misteriosas y aquella aura de peligro que simplemente iba bien con él… Era algo absurdo. Algo que no existía.

La nota en el periódico había sido sólo la frutilla de la torta.

—No confío en ti —confirmé, repentinamente molesta con él. Y conmigo, por volver a intentar algo que no había funcionado nunca: que él fuera honesto y directo conmigo—. que no puedo hacerlo. Todo lo que me digas será una mentira, o una parte absurdamente pequeña de la verdad.

Él sonrió, casi como si estuviera orgulloso de mi realización.

—Entonces no sé qué estás haciendo aquí.

Le di una mirada fría. Había sido una idiota al pensar que podría hablar con él y esperar absoluta sinceridad al respecto.

—Realmente no lo sé. —Estiré el pañuelo en su dirección, esperando que lo cogiera. Zachary me lo quitó con delicadeza, sin despegar sus ojos de los míos—. Me voy.

Me di media vuelta, dispuesta a dirigirme a la salida por mi cuenta. Aunque habían sido pocas las veces que había estado allí y no me sentía realmente familiarizada con la casa, aquel pequeño tramo desde la puerta a la sala parecía adherido a mi memoria, como la escena de una película de terror que era recorrida con lentitud y reparando de los meticulosos detalles en los alrededores. Simplemente quería irme de allí y… hacer cualquier cosa, siempre que implicara estar lejos de Zachary y aquel nerviosismo desesperado que me asaltaba cada vez que teníamos uno de esos juegos de preguntas y no-respuestas. Sin embargo, mis planes se vieron interrumpidos cuando sus manos atajaron mi muñeca. A pesar que había utilizado aquella acción sobre mí más de una vez, seguía sorprendiéndome con la polaridad del gesto. A pesar que el movimiento era, de por sí, una imposición violenta, él parecía tener la capacidad de hacerlo con delicadeza, casi como si fuera una educada petición de la palabra.

—De alguna forma —confesó, sorprendiéndome con la cercanía de su boca en mi oído—, sabía que tú te darías cuenta. Lo supe desde nuestro primer encuentro en la playa. —Casi podía imaginarme la sonrisa sobre su rostro—. Llámalo una corazonada.

Fruncí el ceño. Realmente me costaba pensar que alguien no pudiera darse cuenta que algo andaba mal con Zachary. Él era perfecto, pero aquello no tenía necesariamente una connotación positiva. La perfección no existía, y él ciertamente no era la excepción a aquella regla. Había un punto débil, algo extraño que yo no conocía, que él no quería que conociera.

—¿Por qué?, ¿porque era fácil jugar con mi mente? —escupí con los dientes apretados, aún resentida y nerviosa. Aunque buscaba seguridad en mi voz, todas las preguntas sonaban vacilantes, perdidas.

—Porque tienes imaginación —admitió—. Y porque efectivamente eres el tipo de persona que no se conforma sólo con una sonrisa y un par de palabras oportunas.

Me giré un poco, sólo lo suficiente como para observarlo por sobre mi hombro.

—¿Entonces por qué sigues insinuando que hay algo mal, que efectivamente estoy en lo cierto contigo, pero no me dices ni una palabra al respecto?

La sonrisa implícita, que había estado con nosotros durante toda la conversación, se volvió totalmente visible sobre su rostro.

—Porque, aunque me encanta tu veta de detective, prefiero dejarte fuera de ello.

Resoplé, sacudiendo su agarre de mi brazo.

—Discúlpame, pero no puedo simplemente dejar caer el asunto y mantenerme fuera de ello.

Todo era una broma para él. Una maldita broma, y yo no era más que un entretenimiento para su tiempo en un lugar que, aparentemente, no tenía nada interesante después de su estadía en Los Angeles. No podía saber a ciencia cierta qué hacía oculto en un rincón de Nueva Jersey, pero en aquel momento me dije a mí misma que no era de mi incumbencia. Había intentado ir hasta el final del misterio por mera curiosidad, por aquella absurda atracción que sentía hacia él, pero no era algo que pudiera afectarme. Zachary Reed, Evan Hayhurst o quién demonios fuese podía hacer con su vida lo que le placiera.

Salí de la casa, cerrando la puerta con fuerza detrás de mí. No quería volver a pisar aquel sitio. No quería volver a ver el rostro de Zachary Reed, y volver a recordar toda esa incertidumbre que me oprimía el pecho y me hacía sentir a punto de vomitar.

No quería saber más nada de él, por lo menos por un buen rato.

Me metí en el auto y arranqué tan rápido como pude. Tuve que detenerme a medio camino y aparcar a un lado de la calle, tomándome un momento para tranquilizarme. Apoyé la cabeza contra el volante y esperé. Intentaba pensar en lo que había sucedido, pero mi mente simplemente parecía rechazarlo. Sentí un sonido dentro del automóvil, y creí que había sido mi imaginación. Sin embargo, pronto reparé que era mi móvil. Un mensaje.

Saqué el aparato de mi bolso lentamente. Un mensaje de Zachary.

«Encuéntrate conmigo en la playa en media hora».

Repasé las líneas con la mirada. A pesar de todo, él jamás perdía el autoritarismo. No importaba la situación, siempre parecía dar órdenes en lugar de sugerir propuestas.

Con manos temblorosas, me dispuse a darle la respuesta más honesta que podía:

«¿Me dirás la verdad? ¿O simplemente me llevarás por todo Nueva Jersey con evasivas?»

Me quedé con la cabeza apoyada contra el asiento, aunque no permanecí demasiado en aquella posición.

«Ven».

Sabía que mis propias imposiciones quedarían rotas aún a pesar de la vacilación. Sucumbiría a él, incluso cuando minutos atrás había establecido que no deseaba verlo. Ya no confiaba en Zachary, y estaba cansada de que siguiera postergando lo que debería haberme dicho desde la primera vez que tuvimos una conversación seria. No entendía que pasaba con él. No entendía por qué, de entre todas las personas del pueblo, parecía estar pendiente de mí. Principalmente, no sabía por qué siempre lo rodeaba algo peligroso, ya fuese una advertencia o esa cadencia con la que dejaba caer frases misteriosas. ¿Qué quería? ¿Qué había ido a buscar a Loch Arbour?

Dando un giro en la calle vacía, tomé el camino opuesto, que me llevaba hasta el sector de playas frente al paseo marítimo. Cuando había utilizado un artículo para definirla, no había cabido duda que se refería a la playa en la que nos habíamos encontrado en ocasiones anteriores. El viaje hasta allí no era largo, mucho menos en auto, pero decidí que podía servirme algo de tiempo a solas en la playa. Mi reloj daba las seis y media de la tarde, la noche comenzaba a caer y había una bruma helada cubriéndolo todo. Bajeé lentamente del automóvil cuando conseguí aparcar cerca de los locales familiares sobre el paseo. Me sentía cansada y ligeramente mareada, como si el frío y las dudas hubiesen llegado hasta mis músculos y los hubiesen dejado entumecidos, casi inútiles.

Me arrastré por las dunas de arena que, después de un esfuerzo considerable, me llevaron hasta la playa abierta. Dejé que mi cuerpo colapsara a unos pocos metros de la orilla, desplomándome sobre el límite de arena húmeda y seca. Mis ojos quedaron fijos en el cielo azulado, absorbiendo los últimos destellos de la tarde tempestuosa y perlada mientras intentaba respirar. Era como tener una mano alrededor de mi cuello, ejerciendo presión constante. Mis inhalaciones eran laboriosas y dejaba salir el aire bruscamente.

Alcé mi mano derecha y observé mi dedo. El corte no había sido profundo, pero aún se encontraba rosado y ligeramente inflamado. No me extrañaba su proceder, sino mis pensamientos en aquel momento. Yo realmente había esperado lo peor de él. Aún entonces, seguía esperado algo atroz. No podía contentarme con sus aires de superioridad, con su constante intención de alegar que tenía todo bajo control.

Me estiré sobre la arena. La inmensidad del cielo me hacía sentir pequeña, perdida, pero era una sensación liberadora. El filoso viento cortaba mi rostro y seguía cabiendo la posibilidad de que comenzara a nevar pronto. No estaba muy consciente de lo que sucedía o podía suceder a mi alrededor. Era como estar de paso, en un punto muerto que pronto llegaría a su fin. Me sentía ajena a mí misma, aislada de mi propia cabeza para evitar pensar demasiado.

—Me gusta la puntualidad.

Me incorporé de golpe. Zachary estaba allí, con las manos en los bolsillos de su abrigo y una expresión inescrutable. Aunque la burla en su voz siempre era palpable, su tono parecía tenso, menos presumido. De alguna forma, me había vuelto una experta en notar las emociones detrás de su voz, o eso creía. No llevaba gafas, y sus ojos se encontraban estudiándome directamente. La similitud con la formal foto del periódico era casi monstruosa.

—¿Por qué querías verme aquí?

Él notó la cautela, porque sólo sonrió. Una expresión pequeña, mucho menos inconsciente de lo usual. Había en sus ojos azules un brillo medido, algo parecido al estudio de un profesor que está poniendo a prueba a su mejor alumno. Parecía ser una mezcla de cautela y expectativa por mis respuestas, por algo que lo sorprendiera.

—Dijiste que no dejarías caer el tema, ¿cierto?

Él me ofreció una mano para que me pusiera de pie. La tomé con desconfianza, incorporándome y soltándola rápidamente. Me sacudí el abrigo con las manos, tan sólo para justificar la acción previa. Sentía una diferencia extraña entre nosotros después del viaje a Nueva York y lo que había descubierto en él. Zachary nunca había sido de fiar, pero, en aquel momento, que se ganara mi confianza no parecía ser lo más importante. Esperaba la verdad, pero tenía miedo de saberla. No sabía si la inconsciencia, como él mismo había dicho, era el mejor sitio en el que podía encontrarme. Una pequeña voz dentro de mí me decía que lo más sensato hubiese sido huir, seguir lo que Zachary y Scott me habían pedido una y otra vez; pero mi cuerpo no me dejaba moverme. Mi propia mente ya no estaría tranquila hasta que no supiera lo que realmente sucedía allí.

—¿Por qué no vino Scott? —pregunté, volviendo a mirarlo.

Sonrió un poco. Esa vez no era una verdadera sonrisa, sino más bien un signo de molestia. Me daba la impresión que el mero hecho de sacar a colación la presencia de su compañero no lo hacía feliz.

—Porque prefiero dejarlo fuera de los asuntos importantes —sentenció—. Esta es mi decisión, y él no está al tanto de ella.

—¿Qué es lo que pasa entre ustedes dos? —pregunté sin pensar.

—¿De verdad eso es lo que quieres saber?

—Respóndeme —demandé—. Pruébame que puedes ser sincero conmigo.

Él se acercó, y yo retrocedí por inercia. Una sonrisa zorra cruzó sus labios, aparentemente curioso por mi reacción. Sus pies no se movieron más, pero su rostro se inclinó un poco hacia adelante. Intenté mantener el contacto visual. Quería demostrarle que podía hacerle frente, incluso cuando podía sentir los revolucionados latidos de mi corazón y las piernas flojas. Sus ojos sin las gafas eran abrazantes. Casi como el sol, parecían quemar con mayor intensidad ahora que no había nada que los recubriera para protegerme.

—Quiero que te quede claro algo —dijo lentamente, amenazante—. Este soy yo, intentando explicarte por qué es mejor que no estés involucrada. No soy yo dispuesto a contártelo todo, ¿comprendes? Sigo creyendo que debes mantenerte fuera de ello.

Solté pequeño y entrecortado resoplido entre dientes, haciendo que un suave vaho helado se interpusiera entre nosotros por unos segundos.

—Vale.

Hubo un silencio. El sonido del mar y del viento parecían violentos, pero no lo suficiente en comparación con él. Había algo intenso en Zachary, controlador, y lo peor de todo era que no parecía hacerlo adrede. Él parecía tener un horrible poder sobre mí sin siquiera intentarlo. Como desde el principio, aunque con mayor intensidad, observarlo seguía provocándome la misma sensación de estar frente a algo inesperado, poco común y destructivo. Era estar de pie frente a un desastre, encandilada con su magnitud, demasiado interesada como para correr. Sabía que mis posibilidades de escapar se reducían cada vez más con el transcurso del tiempo, pero mis ojos seguían fijos en él, expectantes ante cualquier cosa que pudiera mostrarme. Él era la personificación de una catástrofe, justo de pie frente a mí y ansiosa por devorarme.

—Scott y yo no nos llevamos bien desde que nos conocimos —admitió, rompiendo el peculiar silencio—. Si quieres llamarlo de alguna forma, te diría que tenemos objetivos diferentes, puntos de vista distintos. Nos conocimos en malas circunstancias, pero incluso habiéndolo evitado no hubiésemos podido ser amigos. Somos bastante opuestos, y no hay mucho más que explicar.

Aunque entendía a que se refería diciendo que «eran distintos», también sabía que había algo más. Zachary siempre era despreocupado, y parecía no tener miedo de cualesquiera fueran las consecuencias de sus actos. Su accionar siempre parecía temerario, y no me extrañaba que aquello lo hubiese llevado a un punto sin retorno. Scott parecía entenderlo tan bien como yo y parecía dispuesto a evitar que siguiera hundiéndose en los efectos colaterales de sus propias decisiones.

«Tú no necesitas quemarte por tu cuenta. Te facilitarán el trabajo».

Las palabras de Scott resonaron en mis oídos como un eco en repetición. Había alguien detrás de Zachary, alguien que lo estaba buscando por todos esos motivos por los que él parecía ser el dueño del suelo que pisaba. Él alguna vez me había dicho que se encontraba allí porque no tenía otra opción, porque no había nada que pudiera hacer para escapar. Estaba aburrido y parecía totalmente fuera de lugar, pero aún así seguía recluido en su casa, con alguien asegurándose que no actuara temerariamente. El cambio de nombre, el color de cabello, la apariencia…

De repente todo cuadró.

Me alejé de él por inercia, tan sólo unos pasos para poder observarlo directamente. Si estaba demasiado cerca, tenía la impresión que respirar sería un trabajo diez vez más difícil de lo que ya de por sí era. Me quedé mirándolo fijamente, mis ojos buscando algún signo de verdad en los suyos. En las gafas generalmente se reflejaba una luz lejana, el brillo del paseo marítimo, que parecía a kilómetros de nosotros. En aquella ocasión, su mirada era fuerte y directa, un vacío inescrutable y profundo. La playa no tenía el usual brillo del paseo, y estaba más oscura de lo usual. Sus ojos, también.

—Tú nunca estuviste… muerto —susurré, tomándome mi tiempo para hablar sin que la voz me fallara—, pero querías que creyeran eso.

Él siguió observándome, imperturbable. Su mirada firme parecía a punto de romperse con diversión, asegurándome que desvariaba. Sin embargo no iba a detenerme. No cuando me parecía que, por primera vez, me encontraba con los ojos sobre el verdadero hombre detrás de todo el personaje.

—Fingiste tu muerte —repetí—. Les hiciste creer que estabas muerto y viniste aquí para que no te hallaran.

La sonrisa que esperaba se extendió por sus labios mientras daba tres secos aplausos. La expresión, de cualquier modo, no llegó a sus ojos. Parecía haber una dicotomía profunda en lo que quería articular y lo que sentía. El mismo me había dicho que yo no debía saber aquello, pero parecía divertido con el mero hecho. O, por lo menos, pretendía estarlo.

Y ahora entendía por qué me quería fuera. Mi vida estaba, literalmente, atada a la de él. Yo estaba al tanto de lo que sucedía y, por lo tanto, el peligro se repartía para mí también. Sabía demasiado, incluso sin saber nada relevante. El mero hecho de estar de pie allí con él era estar tentando mi propia suerte.

Me sentí enferma e inconscientemente llevé los brazos a mi estómago, intentando mantenerme en una pieza. No sabía cuánto más podrían sostenerme mis piernas.

—Ahora entiendes cuando te digo que los cómplices se llevan la peor parte, ¿verdad?

Lo miré fijamente, sin necesidad de asentir. Las emociones que surcaban mi rostro debían ser demasiado obvias. pero no estaba preocupada por contenerlas.

—Pero… ¿por qué? ¿Qué fue lo que hiciste para… acabar aquí? —para que quisieran matarte, hubiese querido decir en realidad.

Él se acercó un poco más. Su proximidad se había vuelto menos intimidante de un segundo para el otro, aunque no por eso menos peligrosa. Parecía ser una debilidad palpable que yo supiera lo que él escondía, aunque aquella maestría era simplemente parte de su personalidad, lo viera por dónde lo viera. Estaba a punto de llenarme la boca con renovadas preguntas, cuando el apoyó un dedo sobre mis labios. Su tacto parecía helado sobre mi boca, que aún conservaba algo del calor causado por la adrenalina.

—Creo que ya sabes demasiado —dijo.

Una suave nevada comenzó a caer en medio de nuestro mutismo, chocando contra mi rostro como pequeños y brillantes trozos de vidrio. Aunque los copos eran verdaderamente delicados, hasta el punto de confundirse con una llovizna molesta, no era consciente de ninguna otra sensación más que la pequeña unión de su piel con la mía. Me costaba entender la forma en la que mi cuerpo reaccionaba ante él, la extraña manera en la que las sensaciones se anteponían siempre a los pensamientos. Sus ojos azules eran fuego, algo que consumía permanentemente las pocas posibilidades que tenía de escapar de él.

—Ya estoy dentro —aseguré, con una vehemencia no premeditada. Su dedo se deslizó suavemente por mi barbilla hasta mi cuello. El intento de distraerme no funcionaría. No en aquella situación, cuando mis nervios se encontraban tan crispados que casi no podía sentir los estímulos—. Ahora no puedes dejarme a medias.

La mano de Zachary cayó a un lado de su cuerpo. Ladeó sutilmente la cabeza, con sus labios convertidos en una fina línea y sus ojos aún más determinados. No le gustaba ser condicionado. No tenía que mirarme así para confirmarme que todo mi atrevimiento le parecía fuera de lugar, molesto en algún punto. Aquello no lo hacía menos intimidante. De alguna forma, mi convicción y su intensidad mantenían una lucha permanente. Mientras su seguridad para ahuyentarme iba en aumento, proporcionalmente lo hacían mis deseos impulsivos por llegar hasta él.

—Volvamos a mi casa. —Soltó un resoplido mesurado—. Si quieres hablar, es el único sitio seguro. Y no es exactamente una velada encantadora para pasar al aire libre.

Asentí vagamente, sin poder volver a pensar en cuánto me condicionaba seguir sus pasos. El océano era helado y profundo, pero yo había decidido tomar la mano que se me ofrecía y correr hasta que el agua me había tapado por completo. Al principio, podía ser una diferencia increíble, una que sacudía todo mi cuerpo con escalofríos. Sin embargo, con el paso de los minutos, parecía asentarme a la temperatura, a la situación a la que me encontraba. Estando allí, con el agua hasta el cuello y a su lado, parecía ser más sencillo flotar y asimilar la sensación. Salir sin más ya no parecía una idea tan tentadora como en el primer instante. Observar el océano desde lejos ya no parecía una idea atractiva cuando había sabido cómo se sentía estar dentro.

Eché a caminar detrás de él con pasos lentos y mesurados. Zachary no era quien yo creía, pero no podía volver hacia atrás y pretender que no me importaba. Simplemente sabía que, a aquellas alturas, no era un plan que pudiera poner siquiera en consideración.

—Entonces… —susurré a sus espaldas, mi voz convirtiéndose en algo tan ligero como el viento— ¿tú eres… Evan Hayhurst?

Él no se detuvo ni se volvió para mirarme. Sólo siguió caminando, y su respuesta llegó a mí con esa misma armonía de una brisa de tormenta. Sin embargo, a pesar de los sonidos de la noche y la pequeña distancia que nos separaba, pude escuchar la determinación en su voz.

—La persona que tú conociste es Zachary Reed, y me gustaría que siguiera siendo así —dijo—. Por lo menos hasta que no quede nada más de él.


18 left a comment:

Awwww!! nono en serio yo estariia toda ansiosa!! haha pobre Jolene todo lo que le hace sentir Zachary! haha :D aunque ya quiero conocer a su verdadero yo! haha :D me encanto! espero actualizes pronto! besos! :D
At. Vaal Miich

@Vaal MiichNo sé si ya no llegamos al punto en el que yo estoy ansiosa jaja. Me alegro que te haya gustado. ¡Muchas gracias por el comment :)

Besitos ♥.

llegue a un punto en el que creo que odio y me desespera Zachary...y Jolene...tres puntos y aparte, me la imagino tomando todo su valor para resistirse ante el. Esperare con ansias el siguiente

creo que adivine un poco lo que pasaba pero igual me sigue desesperando y adorando la personalidad de Zachary, es algo increíble como se puede amar y odiar a alguien al mismo tiempo.
por lo menos algunas respuestas serán dadas cierto?????
besitos vampiricos

Hola,estuve en tu pagina fictionpress y me gustaria leer tu fic original "Esa Fina Línea" pero no tengo el link de descarga ni la contraseña. Puedes damela porfa, me encanta slash. Mi correio es lidianecris@hotmail.com
Agradezco mucho,
Lidi25

diablos!!! cada vez mas enganchada!!!!! me encanta!!

@From Nana's Desk Honestamente, hasta yo estoy cansada de Zachary ya. Me está costando bastante escribir estas escenas, porque realmente quiero ponerme violenta :) jajaja.

Muchas gracias por leer.

¡Besitos!

@aliceforever Intuí que el asunto del periódico podía dar algunas pistas, pero ciertamente aún hay cosas que no se saben. La verdad es que yo también tengo una relación amor-odio con él, si sirve de consuelo jaja. Las respuestas serán dadas... eventualmente. Ya estoy escribiendo el siguiente :)

Gracias por leer y comentar.

Besitos :)

@lidi25 ¡Hola! Recién, recién te lo envié. Avisame cualquier cosa si no te llega :)

Nos estamos leyendo. ¡Besitos!

MrsV.

@Annabel Lee ¡Hola! Bueno, realmente me alegro que así sea, de verdad :)

Nos seguimos leyendo. Gracias por comentar.

¡Un besito!

Amé este capítulo, lamento no haber podido comentar antes pero estoy en semana de exámenes y como comprenderás debería de estar estudiando mucho... Pues bien, espero que puedas actualizar pronto. Me pregunto cuando van a tener algo "picante" estos dos, es que siento que de un momento a otro van a explotar. :) Tu sabes que siempre admiro y valoro mucho tu trabajo. Eres increíble.

@J. ChrisAh, sí, la época de exámenes es temible, por lo que uno intenta mantenerse fuera de la lectura (cuanto puede, por lo menos jaja). En serio que me pone muy feliz leer eso. Realmente, tengo que decir que has dado en el clavo: vendrán cosas un poco más... intensas entre ambos. Ya, personalmente, creo que la escena de la navaja ha sido un comienzo discreto. Necesitaré juntar un poco de aplomo y ponerme a escribir jaja.

¡Muchísimas gracias por leer y comentar!

Suerte con esos exámenes :)

@MrsValensi Hola! Sí todo ok! Muchissimas gracias, me voy a leer ahora. Beijos :)
Lidi25

@Lidi25 Buenísimo, que lo disfrutes entonces :)

¡Un beso!

¡Hola!
Wooow
Te digo que me dará algo!! jajaja
me encantó el chap!! tanto mistero >.<
jeje
Definitivamente la actitud de Zachary
me fascina <3
Cuidate y nos estamos leyendo!!
Sayo!!
Tsuki :)

@Tsukisaku ¡Hola! Justo me llegó el mensaje del comentario antes de irme a acostar. En serio que si no les da algo a ustedes, me va a dar a mí por escribir. El próximo capítulo ya se me está yendo de las manos jaja.

Me alegro que te haya gustado :) ¡Nos seguimos leyendo! Besitos ♥.

Bueeenisiimooo! Alfiiin conocemos maas de Zach! Wooow! Me encanta la manera en la qe esos 2 se van involucrando un poco mas! y de la qe Zachary deja de jugar tanto cn ellaa y la toma un poco mas enserio xD
Graciiaas x actualizar *-* Feliz Semana besos!

@Milimar Muchas gracias por el comentario, primero que nada :) Si, honestamente, creo que es hora que él se tome las cosas más en serio, pero... bueno, él fue así desde el principio. Supongo que igual tendrán alguna sorpresita en el próximo capítulo ;) jajaja.

¡Nos estamos leyendo! Besitos.

Publicar un comentario

Si llegaste acá, debes tener algo que decir :)